Emilio Alegre- Spei Mater, 9.2.2014.- ¿Qué decir de las chicas de Femen que se desnudaron y gritaron consignas abortistas ante el cardenal Rouco? ¿Qué podemos decir los cristianos a esas mujeres que hicieron un viaje en tren para defender el aborto? ¿Y a las personas que han acudido a concentraciones a favor del aborto?
Pues lo primero, que no son nuestros enemigos. Nos duele mucho que defiendan algo que causa tantas pérdidas y tanto sufrimiento, pero nosotros no estamos en ningún caso contra las personas, sino que luchamos y trabajamos a favor de la vida. Precisamente, nuestra misión es concienciar a todos, también a ellos, para que juntos seamos capaces de apreciar el valor que tiene un ser humano de pocos días de vida, aún en el vientre de su madre.
Lo segundo que también nos duele es que se muestre tan poco respeto por un hombre mayor, que además es nuestro obispo. Para nosotros, un obispo es nada menos que un sucesor de los apóstoles: de Pedro, de Santiago, de Juan… la mayoría de los cuales dieron su vida como Cristo, por ser sus testigos y anunciar los valores del Reino de Dios en un entorno hostil. Pero ese dolor no nos hace revolvernos contra nadie, sino unirnos más a nuestro Obispo y perdonar, aprovechando la ocasión para anunciar con fuerza el amor de Dios por todos, sin excepción, también por los que están a favor del aborto.
Eso no significa que no defendamos a nuestro Obispo. En un estado de derecho, bastante impropio es ya que se exija públicamente el derecho a eliminar a otros seres humanos, con la excusa de que son pequeños y aún no han nacido, como para que esa exigencia, encima, se haga con violencia. En las formas empleadas se deja ver precisamente la falta de argumentos éticos y pacíficos. Con todo respeto, les podemos dar una respuesta similar a la de Jesús, ante un guardia que le golpeó: "Si al defender la vida prenatal hablamos mal, mostrad en qué nos equivocamos. Pero si hablamos bien, ¿por qué nos agredís?" ¿Por qué insultáis, por qué mostráis odio contra nosotros? Todo eso es inaceptable. Un estado de derecho que funcione debe proteger el derecho a la libertad de opinión y a la libertad religiosa. No aceptemos que nadie tenga patente de corso para agredir, en ningún sitio. Dialoguemos en paz.
Finalmente, aprovechamos para declarar nuestra convicción de que cada ser humano es tan valioso, que su vida merece ser protegida desde el primer momento. Esto lo podría reconocer cualquier persona, porque todos, cristianos y no cristianos, hemos sido embriones en el útero de nuestra madre. Además, cada vez vemos más claro que el aborto no sólo es un daño para el hijo, sino que sirve de excusa perfecta para no ayudar a la madre, presionándola para que "elimine el problema". Y como todos tenemos conciencia, pensemos lo que pensemos, el aborto se convierte al final en una causa tremenda de dolor, sobre todo para esas mujeres, aunque también para muchos hombres. No merece la pena defender eso, que para colmo no hace sino alimentar un nauseabundo negocio. En cambio, sí merece la pena defender la vida, ayudar a las embarazadas, procurar que tengan el apoyo que necesitan de su pareja, su familia y todo su entorno social. ¿No merece mucho más la pena afrontar ese reto? Algunos ya lo estamos haciendo.
Aquí no sobra nadie, ni por pobre, ni por “defectuoso”, ni por menos querido: cada vida cuenta, ¡cada una! Creemos que este sí es un valor que ayuda a construir una sociedad más justa y con mayor libertad, en todos los ámbitos. El progreso real de una sociedad se mide por la forma en que protege a los más indefensos; trabajemos juntos por eso, en todo.