Sobre la comunión de los divorciados vueltos a casar: una carta desde Bangladesh.
“El autor de la misma es
un misionero del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras. Que escribe: “Si
se procede por el camino trazado por el cardenal Kasper los daños serán
graves”.
LO QUE PIENSO SOBRE LA
COMUNIÓN A LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR
de Carlo Buzzi
Carlo Buzzi, 71 años, originario de la
archidiócesis de Milán, es misionero en Bangladesh continuamente desde 1975 con
el Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras.
Durante
años ha llevado adelante su misión totalmente solo sin conseguir convertir a
nadie; pero después llegaron los primeros bautismos, sucesivamente nacieron las
primeras familias católicas. Una gota en un mar de musulmanes.
Se
ha dedicado siempre a los más pobres, como en el caso de las poblaciones
tribales, convirtiéndose en su abogado gratuito con el fin de conseguir la
devolución de las tierras que les habían sustraído ilegalmente. Ha sido
golpeado con palos y le han tirado piedras, ha afrontado las adversidades, ha
recorrido centenares de kilómetros en moto para llegar a las aldeas más
lejanas. Ha vivido junto a las poblaciones tribales y a los intocables llegados
de la India para trabajar como albañiles en la construcción de un puente sobre
el Brahmaputra, obstaculizado por los musulmanes del lugar. Ha construido
escuelas, ambulatorios, iglesias. Y cuando las han derribado, las ha vuelto a
construir.
Siempre con el
anuncio del Evangelio en el centro de su misión. Evangelio predicado y vivido
de la manera más esencial, genuina, sin ningún tipo de atenuación.
Todo esto se intuye
en la carta que ha escrito al responsable de esta página web, que fue compañero
suyo de colegio en un pequeño pueblo de Lombardía.
La ha escrito con la voluntad de
decir lo que piensa, como misionero comprometido en el terreno, sobre el debate
a propósito de la comunión a los divorciados vueltos a casar, que ha seguido en http://www.chiesa desde la ciudad en
la que vive, Sirajganj, a orillas del Brahmaputra.
Aquí, en Bangladesh,
nosotros enseñamos el catecismo y para ser claros decimos que cada sacramento
tiene cuatro elementos: el ministro, la materia, la fórmula, el acontecimiento
milagroso.
En el bautismo, el
ministro es cada persona, la materia el agua, la fórmula “Yo te bautizo…” y el
acontecimiento milagroso es que nos convertimos en hijos de Dios.
En la confirmación el
ministro es el obispo, la materia el óleo sagrado, la fórmula “Yo te signo… y
te confirmo…” y el acontecimiento milagroso es que se recibe la fuerza del
Espíritu Santo.
En la confesión el
ministro es el sacerdote, la materia los pecados, la fórmula “Yo te absuelvo…”
y el acontecimiento milagroso es el perdón de los pecados.
En la eucaristía el
ministro es el sacerdote, la materia el pan y el vino, la fórmula “Este es mi
cuerpo…” y el acontecimiento milagroso es que el pan y el vino se convierten en
cuerpo y sangre de Jesús.
En el matrimonio el
ministro son los propios esposos, la materia su cuerpo y su alma, la fórmula es
la promesa y el acontecimiento milagroso es que se convierten en una sola
persona.
Enseñamos que el
sacramento se llama así porque produce un acontecimiento sobrenatural que no
vemos con nuestros ojos, pero que es grandioso y real a los ojos de Dios.
En lo que respecta al
matrimonio explicamos que lo milagroso es, precisamente, que tras la promesa
frente a Dios los dos esposos se convierten en una sola persona como si
hubieran sido unidos con cola o soldados a 5.000 grados.
Ahora bien, si se elimina
este acontecimiento milagroso del matrimonio católico ¿qué debemos poner en su
lugar?
Esta es la reflexión que
yo he hecho.
Sabemos que existe el
bautismo “de sangre” y también el bautismo “de deseo”, tan válidos ambos como
el del agua.
Las personas divorciadas
que se han vuelto a casar, si de verdad son conscientes de su situación, pueden
hacer la comunión de deseo.
Cuando se recibe un
sacramento hay una parte objetiva y una subjetiva. Se sabe que lo más importante
es la gran gracia vinculada al sacramento. Pero yo podría estropear esta gracia
e incluso ser sacrílego si me acerco a la comunión de manera superficial o
indigna.
Ahora bien, es un poco
presuntuoso por parte de estas personas divorciadas que se han vuelto a casar y
que en general han pisoteado un poco el sentido cristiano del sufrimiento, del
sacrificio, de la resistencia, de la penitencia, olvidándose que Jesús subió a
la cruz y que la cruz, cuando llega, es la vía para que cada cristiano se acerque
al Redentor, apelarse a la misericordia de Dios, al que no han tenido en cuenta
antes.
Subjetivamente, pienso
que para ellos es mucho más esencial limitarse al deseo de la comunión, en
lugar de recibir la comunión misma.
Aceptar voluntariamente
este ayuno hará mucho bien a su alma y a la santidad de esa comunidad cristiana
que es la Iglesia.
En cambio, si se procede
por el camino trazado por el cardenal Walter Kasper los daños serán graves:
1. Se convertirá a la Iglesia en algo superficial y acomodadizo;
2. Se tendrá que negar la infalibilidad de la cátedra de Pedro, porque es como si todos los Papas precedentes se hubieran equivocado;
3. Se tendrán que considerar estúpidos a todos los que han dado la vida como mártires para defender este sacramento.
Tal vez he dado mi contribución a esta diatriba, que espero que acabe pronto.
Hasta pronto y afectuosos saludos desde Bangladesh, país emergente en muchas cosas y que no hay que descartar.
Padre Carlo
Sirajganj, 5 de mayo de
2014
(Traducción en español de
Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España).
Religión en Libertad.