miércoles, 19 de diciembre de 2012

DONDE HAY OSCURIDAD, PON TÚ LA LUZ


Donde haya oscuridad, pon tú la luz

Estamos llamados a ser luz. Pero cuando las dificultades aprietan y el sufrimiento se hace presente, a veces se nos apaga hasta la ilusión por vivir. Te ayudamos a descubrir que, en medio de cualquier angustia o contratiempo, puedes remontar tu vida e incluso estar alegre. Conociendo tus talentos, siendo realista con tu situación, recurriendo a las personas que te quieren y aferrándote a Dios, todo cambia.
Por Isis Barajas e Isabel Molina E.
Se aproxima la Navidad y en el corazón de muchas personas anida la desilusión. No hay nada que celebrar –se dicen– y sí mucho que lamentar… Muchas familias, demasiadas, siguen con todos sus miembros en paro, otras han perdido su casa, algunas incluso viven enfermas y no cuentan con la ayuda que necesitarían. La cara amarga de la crisis y del sufrimiento se hace palpable en muchas personas que sienten como si una nube negra se hubiera instalado sobre sus cabezas y no les deja ver la luz del día… Pero, ¿de verdad no hay nada que podamos hacer ante la situación de negatividad que nos rodea? ¿De verdad que nuestra felicidad depende de que quien gobierna nos proporcione una solución a nuestros problemas? ¿De verdad que no hay nada que celebrar cuando esta Navidad vuelva a nacer para cada uno de nosotros el Niño Dios?
En medio de tanta incertidumbre, aparecen destellos de luz. Una luz que proviene de personas, con nombre y apellido, que un día, en medio del sufrimiento o ante situaciones que parecían no tener una salida, se atrevieron a navegar sin esperar a que los vientos estuvieran a su favor. Desplegaron toda su tenacidad y comenzaron a trabajar sin descanso por sus proyectos e ideales. Todos ellos, cada uno a su manera, han ido dejando una estela de luz y hoy nos sirven de motivación para creer que tú y yo también podemos. Ellos son Teresa Perales (nadadora paralímpica), Nicolás Fernández (creador de la Fundación Valora), Miguel Ángel Ruiz (misionero salesiano en Pakistán), Mónica Deza y su hijo Pablo García-Deza (testimonios de cómo ser feliz en medio de la enfermedad), Justo Gallego (constructor de una catedral) y Ezinne Ukagwu (promotora de un centro rural para el desarrollo de la mujer en Nigeria). Sus historias las encontrarás en la versión PDF de la revista. Son solo un puñado de personas, entre muchas más, que con su estilo y sus retos propios, nos ofrecen una razón para creer que sí se puede. ¿Pero cómo dar ese salto del “imposible” al “sé que yo puedo”?
Con los pies en la tierra
Ana Ozcáriz, directora del grado de Psicología de la Universidad Francisco de Vitoria, afirma que el impacto
inicial ante una situación de crisis grave o de sufrimiento nos lleva a vivir un duelo. Estos cambios representan una pérdida significativa ante la cual es normal que nos sintamos abatidos. Pero, tras el impacto inicial, viene siempre una segunda etapa: ¿y ahora qué hago? Es la fase de pararse a reflexionar y generar opciones: “Hay que pasar del por qué a mí, al para qué me sirve todo esto. Tengo que descubrir que soy más fuerte de lo que creía y que tengo una capacidad que antes no creía que tuviera”. De ese cambio de actitud hoy, aquí y ahora, dependen muchas cosas.
Es el momento de pasar de las circunstancias exteriores a centrar la atención en nuestro interior. “Mientras ponga mi atención solo en el exterior y me sienta simplemente como una víctima de las circunstancias, mi actitud será muy desesperanzada, porque sentiré que no puedo hacer nada y que soy un simple observador de las decisiones que vienen desde fuera”. En cambio, “cuando además de valorar los elementos externos de mi situación –aquellos que no puedo modificar–, paso a valorar también mis capacidades y posibilidades, todo cambia”, añade Ozcáriz.
 Así pues, no se trata de vivir de espaldas a la realidad, muy al contrario, se trata de entender que “en el ideal cristiano, el máximo de utopía convive junto al máximo de realismo”. Así lo explicó monseñor José Antonio Munilla con motivo del Primer Congreso Nacional de Pastoral Juvenil celebrado a principios de noviembre en Valencia. Él decía que “el camino del Evangelio nos ha enseñado a aspirar más alto, sin despegar para ello los pies del suelo. El cristiano no puede permitirse perder tiempo y energías en quejas y lamentos estériles. La aceptación de la realidad con sentido cristiano, no nos impide aspirar a cambiarla. Es más, la aceptación de la realidad, es un presu­puesto indispensable para poder aplicarnos en su transformación. Fue Unamuno quien, en medio de sus luchas de fe, dijo: ‘El que quiere todo lo que sucede, consigue que suceda cuanto quiere. ¡Omnipotencia humana por la aceptación!’”.
Crisis-oportunidad
En segundo lugar, está la capacidad para ver la oportunidad en medio del caos y ponerse manos a la obra. José Ballesteros, coach y socio fundador de vesp Actitud en Acción, acude a una cita de la carta de san Pablo a los Corintios que en su caso fue clave para salir de una situación extrema: “Ninguna prueba os ha caído encima que salga de lo ordinario”. “A mí me echaron de la empresa con una niña recién nacida y un embargo en el piso, y eso fue lo que me forzó a crear mi propia empresa. Ya llevaba un año considerando que mi carrera profesional no iba por el camino que yo quería, pero tuvieron que echarme para dar el paso”, recuerda. Y es que, según explica, “la vida no te suele dar las cosas como las querrías; muchas oportunidades pasan camufladas, pero mucha gente está tan asustada en esta época y a la defensiva que no se dan cuenta de que están pasando por delante de ellos oportunidades constantemente”.
Ballesteros cree firmemente que esta es una crisis-oportunidad y que todos tenemos capacidades y talentos que poner en juego. “Tocar fondo no significa haber muerto, es posible remontar y buscar lo que te apasione”. “Hemos de recuperar la palabra vocación, ¿y cómo descubres qué te apasiona en la vida? Una clave es aplicar la siguiente máxima: es aquello a lo que te dedicarías sin cobrar dinero. Es cierto que para hacer aquello que te apasiona, previamente y para seguir comiendo, hay que hacer otros trabajos que no nos gustan tanto, pero llegará el día en que, habiendo dedicado el tiempo libre a aquello que nos apasiona, podamos dedicarnos plenamente a ello y así ganarnos la vida”.
La unión hace la fuerza
En el proceso de hacernos conscientes de nuestros talentos, sería un error compararnos con otras personas que tienen distintas capacidades, explica José Ballesteros. “Todos podemos, en función de nuestros propios talentos”, advierte. Pero incluso por encima de nuestras capacidades tenemos que tener en cuenta que no estamos solos en esto. “Corremos el peligro de caer en la soberbia si intentamos emprender las cosas solo por nosotros mismos. Uno de los fallos que tiene esta sociedad es el culto al individualismo. Eso provoca la ‘depresión del yo-supermán’, es decir, el darse cuenta de que no eres supermán”. Por esta razón, Ana Ozcáriz apoya la idea de asociarse unos con otros para emprender proyectos y salir juntos de las dificultades, puesto que “de mi debilidad, con la asociación, sale una fortaleza”.
Pero la fuerza es aún mayor cuando nuestro aliado es El de Arriba, ser conscientes de que Dios nos ama y que todo tiene un sentido en sus planes colma de trascendencia nuestra esperanza. “Yo sé que con Dios puedo todo y sin Él no puedo nada, porque si te apartas de Dios todo se convierte en una cordillera”, señala José Ballesteros.
Por eso, monseñor Munilla indica que, cuando nos invade el temor por el futuro, conviene acudir al método de san Pablo: “Mirar a nuestros miedos de frente, al mismo tiempo que permanecemos firmemente unidos a Cristo: ¿A qué temeremos? ¿A la oscuridad?: Cristo es nuestra luz. ¿A la soledad?: Cristo es compañero de camino. ¿A la pobreza?: Cristo es nuestro tesoro.­ ¿A la enfermedad o a la muerte?: Cristo es la Resurrección y la Vida”. Por eso esta Navidad, en que renace Cristo en nuestros corazones, aferrémonos a su luz para que sea Él quien brille a través de nosotros. ¡Porque esta Navidad la luz la pones tú!
Shhh… Silencio
Guardar silencio es clave para conocernos, para conocer qué quiere Dios de nosotros y afrontar nuevos retos. Necesitamos sacar tiempo cada día para pensar y para orar. Para contemplar sin distracciones. Pero reconozcámoslo, nos da miedo el silencio, constantemente lo queremos eclipsar, encendemos la tele, la radio o trasteamos en el móvil para ver el último e-mail . No hay quietud, todo es actividad, activismo. El sacerdote Íñigo Álvarez de Toledo sostiene que debemos crear una cultura del recogimiento y de la capacidad de pensar. “De lo que se trata es de ser capaces de oír la voz de nuestra conciencia. Necesitamos silencio para adorar, procesar, entender”, añade.“Viktor Frankl –superviviente del holocausto judío que perdió a sus padres y a su esposa en el campo de concentración– fue un hombre capaz de pensar y por eso superó las circunstancias del campo de concentración. Se daba cuenta de que nadie le podía quitar su dignidad; fue capaz de trascender porque fue capaz de pensar”.
El efecto mariposa
Si fuéramos más conscientes del efecto que tiene cada uno de nuestros actos en los demás, seguro que en muchas ocasiones actuaríamos de otra manera. El mero hecho de entrar en casa y dar un beso a nuestro cónyuge ya es distinto que si no lo hacemos porque llegamos malhumorados tras una hora de atasco. Ana Ozcáriz afirma que no somos del todo conscientes de la repercusión que tiene algo que hicimos en un momento dado y de cómo, si lo hubiéramos hecho de otra manera, hubiese llevado a otra cosa totalmente distinta. Es lo que se llama el "efecto mariposa". Nuestros actos repercuten en otros de forma exponencial y en la medida en que seamos precursores de bien podremos trasformar, poco a poco, el mundo en que vivimos. Eso conlleva actuar algunas veces como dique para que el mal no se propague, es decir, no responder con mal al mal. Si recibimos una mala noticia y reaccionamos enfadándonos con todo el que tenemos alrededor, ya estamos propagando el mal que hemos recibido. Pero si hacemos de dique, lo cortamos.
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